Hace exactamente un año, el 1 de marzo del 2020, las autoridades de la Ciudad de Nueva York anunciaron lo que ya se esperaba: Un nuevo virus, poco conocido por la comunidad científica, surgido en China, ya estaba en las calles de la Gran Manzana. Doce meses después, los motores de la vitalidad de la ciudad de los rascacielos están apenas comenzando a encenderse lentamente y muchos residentes hispanos, uno de los grupos étnicos más abatidos por el COVID-19, estiman que falta mucho para que vuelva “algo de normalidad”.

“Yo dudo que sacar de abajo la ciudad sea fácil. El coronavirus acabó con el turismo y con miles de negocios. Ya no es la ciudad rica de antes. Caminas por cualquier cuadra y lo que ves es negocios quebrados y desempleo”, dijo Jorge Reyes, un inmigrante dominicano que transitaba por el centro de Manhattan, que lleva meses casi apagado.

Lo que palpa Jorge con sus ojos, ya es un tema de investigación y de alarma para algunos sectores.


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